Hombres armados mataron la madrugada del martes a cuatro miembros de una familia en su casa del municipio de Guaynabo, en Puerto Rico, las víctimas: las peruanas Carmita Uceda Ciriaco y su madre Clementina Ciriaco López
Una de las escenas de esta masacre se ubica en la sala de una residencia de la familia Ortíz Díaz, donde las autoridades encontraron los cuerpos baleados del militar Miguel Ortiz Díaz, de 66 años; esposo de la huaralina Carmita Uceda Ciriaco y la madre esta, Clementina Ciriaco López.
Tras el crimen, los hijos de la pareja fueron secuestrados y uno de ellos, de 15 años, fue asesinado posteriormente. El otro, de 13 años, fue dado por muerto, ambos fueron lanzados desde un puente a un río. El menor sobrevivió y buscó ayuda.
Al respecto, el superintendente de la policía, José Caldero López, señaló que el asesinato del menor ocurrió en el municipio de Bayamón, específicamente en un terreno aledaño en el barrio Guaraguao. Ahí las autoridades hallaron el cuerpo del chico de 15 años, hijo de la pareja asesinada en su casa. El menor fue identificado como Miguel Ortiz Uceda.
La policía destacó que las puertas de la residencias no estaban forzadas y que, incluso, una de las mismas todavía tenía la llave, por lo que entienden que habrían abierto voluntariamente.
Trascendió que los secuestradores raptaron a los hijos del matrimonio de la casa de Guaynabo y los llevaron hasta un paraje solitario en el barrio Guaraguao. Se informó que el menor de 15 años fue ultimado a tiros. Al parecer, los asesinos se quedaron sin balas cuando fueron a ejecutar al segundo adolescente. Fue entonces que lo apuñalaron y lo lanzaron por un puente, creyéndolo muerto.
El asesino obligó a las víctimas a que se arrodillaran en la sala de casa para entonces dispararles en la frente y nuca
Cristopher Sánchez Asencio, confesó su espeluznante crimen, motivado porque supuestamente iba a ser desahuciado de la casa en que vivía y en el que tres de las víctimas fueron obligados a arrodillarse en la sala de la casa, donde fueron ejecutados de balazos en la cabeza.
Su compinche José Bosch se entregó al caer la noche.
Para evitar que los vecinos oyeran las detonaciones Sánchez Asencio usó una almohada para suprimir el ruido, según trascendió. En su confesión dijo que guardó la pistola en un automóvil Lexus de su propiedad, el cual fue hayanado mediante una orden judicial.
También narró que desconectó las cámaras de seguridad de la vivienda y se las llevó con las cintas, botándolas en un punto que les señaló a los investigadores de la División de Homicidios.
